En este ensayo Gustavo Bueno, uno de los mejores pensadores españoles de las últimas décadas, analiza las teorías que se pueden desarrollar sobre la televisión en el marco de su perspectiva materialista. Constituyó un primer ensayo de análisis general de las ideas de Apariencia y Verdad tal como ellas se pueden "materializar" a través de la pantalla de la televisión.

Cabe mencionar el análisis que hace también de las teorías ingenuas de la televisión y, sobre todo, de las teorías críticas de la televisión. Aunque más adelante escribiría otro libro sobre ello, ya se intuye aquí la crítica al concepto de "telebasura" que muchos "intelectuales" tienen siempre en la boca denotando que no han hecho un análisis realmente serio de lo que están diciendo (memorable será siempre su asimilación de la "telebasura" con los conceptos basura): "Representantes de la teoría crítica que generalmente desde la Sociología, desde la Psicología, o desde las 'Ciencias de la Comunicación', convierten su oficio de escritores en una sistemática actividad de denuncia, que a veces asume el 'espíritu de cruzada' contra la 'Gran Mentira' de la televisión. Y no sólo en el terreno de lo que pudiera ser una crónica o 'registro del mundo', sino también en el terreno de la llamada 'construcción de la realidad', a medida de los intereses del constructor."

Bueno no hace aquí, sin embargo, una apología de la televisión, lo que hace es un análisis de los conceptos que habitualmente se asocian a ella y que se usan a mi juicio con una ligereza bastante notoria: apariencia, verdad, realidad, espejo, mentira, engaño. Cabe destacar por ejemplo su comparación con las ideas clásicas en filosofía, la más famosa platónica de la caverna, de cuya imagen es más antítesis que tesis, como demasiados intuyen. O relaciona la actitud de ciertos políticos en la televisión, que creen saber (actuando en consecuencia) que su existencia como tales depende de su presencia en la telepantalla, con la doctrina de Berkeley del esse est percipi (ser es ser percibido).

Sobre todo me atrae la lucha que comparto contra la labor "evangelizadora" de muchos "intelectuales" de este pais que en el fondo defienden conceptos realmente irrisorios: "No podemos tomar en cuenta, por tanto, a las supuestas 'verdades eternas' o 'puras' situadas más allá del 'reino de las apariencias'. Las verdades sólo pueden establecerse desde las apariencias, lo que no impide que a través de estas apariencias pueden establecerse relaciones terciogenéricas que, en todo caso, deberán siempre estar vueltas de cara a las apariencias". Y mucho menos se puede defender tampoco desde un punto de vista analítico aséptico que otros medios oblicuos a los contenidos pudieran ser "superiores" a la televisión. En este sentido son también bastante claras sus palabras respecto al libro: "...Esto no autoriza a decir que el libro sea el instrumento de elección del Logos (esto lo podría decir Lutero cuando afirmaba que el libro por antonomasia, la Biblia, era el instrumento a través del cual el Verbo Divino, el Logos, hablaba a la conciencia de los hombres), metiendo en el mismo saco a un libro de geometría, otro de poemas o a un tercero de 'escritura automática'. En definitiva: la contraposición entre ver y pensar es gratuita. Galeno ya sabía, con los estoicos, que 'no es el ojo el que ve, sino el Logos a través del ojo'".

Pero como ya se sabe el ejemplo que trajo consigo la crítica a Bueno de gran parte de la "intelectualidad" fue la defensa que hizo en sus inicios del programa televisivo "Gran Hermano". Yo fui uno de los que disfruté muchísimo viendo al mejor filósofo español sentado intentando argumentar, no ya lo bueno que era ese programa (eso Bueno nunca lo defendería), sino la caricatura que suponían la mayoría de las críticas hacia él una vez desarmadas de toda su fachada ideológica. El ejemplo de este programa televisivo constituye, sin embargo, una parte ínfima de su ensayo, dentro del capítulo dedicado a la génesis de las verdades en televisión. En este sentido hace una distinción entre televisión material y televisión formal y dentro de esta última el valor que tendría un experimento televisivo como aquel en su con dición de "tiempo presente", sin fijar tanto el interés en sus contenidos: La clarividencia de la televisión formal es la que permitió entrar a millones de espectadores en la casa del Gran Hermano, convirtiendo sus paredes en simples paneles de cristal transparente, incluso por la noche (gracias al infrarrojo)". Por supuesto alude también en este libro a los críticos que he mencionado antes: Un gran sector de la crítica al Gran Hermano (sector constituido principalmente por 'intelectuales', dramaturgos, escritores cultos de élite, etc.) insistió en calificarlo de televisión-basura y, por tanto, sin darse cuenta de que nada tenía que decir sino el insulto, porque carecía de las categorías mínimas de análisis e interpretó la respuesta masiva de la audiencia como prueba irrecusable de la morbosa degradación de la audiencia ibérica.

No quiero revelar más claves de este maravilloso ensayo que no tiene desperdicio, pero quiero terminar con unas palabras-síntesis que se le escaparon al mismo Gustavo Bueno: ...De otro modo, si la televisión induce a los ciudadanos, antes que nada, al ensueño o al entontecimiento, esto habrá que cargarlo, ante todo, a la cuenta y responsabilidad de la muchedumbre televidente que se deje engañar, y no a la televisión misma. Con la mayor atención hacia los críticos que subrayan los efectos perniciosos de la televisión, sostenemos que la televisión sólo puede entontecer a quienes ya están entontecidos, según los criterios pertinentes de entontencimiento que utilicemos. Yo sólo añadiría al maestro, a modo de broma malvada, que me gustaría redefinir esos criterios de modo que se pueda afirmar también que los que huyen de la televisión lo hacen precisamente por conocer sus carencias: ya están bastante entontecidos :-)


Televisión: Apariencia y verdad. Gustavo Bueno. Ed. Gedisa. Barcelona. 2000.